África sigue siendo un misterio, un reto, una multiplicidad de mundos a descubrir: etnias, voces y culturas. Cada país africano es casi un mundo en sí mismo, pero hay uno entre todos en el que se fusiona lo mejor de África: Senegal.
En Senegal mueren las arenas del Sahara al arrullo de las olas siempre bravas del Océano Atlántico. En Senegal es posible recorrer durante días enteros sus diferentes ecorregiones: el desierto, la sabana sudanesa y el mosaico forestal guineano y disfrutar de la fauna salvaje. Aquí se encuentran las aves migratorias que huyen de los fríos cielos del invierno de Europa para descansar en estas tierras, que las acoge con su calor. Es el reencuentro de dos mundos, más al norte ya no es posible encontrar este regalo de la naturaleza.
Senegal promete misterio, aventura, cientos de realidades distintas por explorar, y sobre todo sonrisas, las de sus diversas comunidades que perviven con su estilo de vida milenario, orgullosos de mantener su identidad cultural y la hospitalidad de sus gentes, la conocida “teranga” senegalesa. El país conserva una maravillosa variedad cultural. Una veintena de etnias, cada una con su propia lengua y tradición. Y cuanto más al Sur se adentra uno, más se asombra de la autenticidad y pluralidad cultural de las diferentes etnias que han convivido a través de los siglos, incluso milenios, en una sorprendente armonía.
Viajar a Senegal es descubrir la historia, la musicalidad, la auténtica cultura, y sobre todo la infinita naturaleza de un país que no deja indiferente a nadie.
La aventura comienza en Dakar, ciudad caótica, como otras tantas africanas. Por las calles calurosas y polvorientas, los lugareños desfilan entre una explosión de colores chillones, mercados sugerentes y un tráfico loco. Escenas que atrapan, agotan o enamoran al visitante recién llegado; no hay término medio. Pronto, uno desea escapar a los pueblos del interior, en busca de la tranquilidad que ofrece la naturaleza, y la vida pausada de los habitantes del campo.
El Delta del Salum es uno de esos remansos de paz. Un delta en la desembocadura del río Salum, con una red de canales de agua salobre y más de 200 islas e islotes que forman bosques de manglares. No es de extrañar que fuese reconocido como Reserva de la Biosfera por la UNESCO. Pronto, los preciosos paisajes de aguas tranquilas envuelven al viajero. El invierno está cada vez más cerca y empiezan a llegar numerosas aves acuáticas europeas que buscan el calorcito de Senegal: garzas, cormoranes y pelícanos sobrevuelan los amplios manglares, las islas arenosas y bosques. La misma llegada a la playa del delta, con la visión del faenar de los pescadores y el mercado, crea un espectáculo multicolor impresionante.
Un buen lugar para el descanso es el Eco-Campamento Solidario de Faoye, gestionado por los encantadores anfitriones de la etnia serer, antes de continuar el recorrido hacia el Sur en busca del País Bassari. El camino promete, y no decepciona, atravesando una extensa sabana sudanesa repleta de grandes baobabs, los castigados por los dioses de África. Según dice la leyenda, eran árboles tan presumidos que los dioses, como castigo, les dieron la vuelta. Es por ello que parece que las ramas del árbol estén enterradas mientras que las raíces crecen hacia arriba. Tan pocas son las veces que se ven sus ramas llenas de hojas, que parece cierto.
La siguiente parada obligada antes de continuar hasta el Parque Nacional Niokolo-Koba es Tambacounda. Con ese evocador nombre, la ciudad es la capital del sudeste de Senegal y desde hace siglos es una de las etapas “clásicas” entre los viajeros que cruzan África camino de la mítica Tombuctú.
El Parque Nacional Niokolo-Koba, regado por grandes canales como el Gambia, el Sereko, el Niokolo yel Koulountou, comprende grandes bosques, sabana y lagos entre suaves colinas. Esta notable diversidad vegetal es el hogar de una rica fauna: el Derby Eland, el más grande de antílopes africanos; el león, el siempre majestuoso rey de la selva; los sigilosos y casi imperceptibles leopardos y los peligrosos habitantes de sus aguas, hipopótamos y cocodrilos. Y no olvidemos a los primates. Senegal tiene el lujo de contar con cuatro especies: monos vervets, monos patas, babuinos de Guinea y chimpancés, nuestros parientes vivos más cercanos, con el que compartimos más del 98 por ciento de nuestro código genético. Este parque supone un aperitivo perfecto antes de adentrarse de lleno en la naturaleza más salvaje del país, acercándose cada vez más al ecuador del continente, cuando la espesura de los bosques lo envuelve todo.
Hemos llegado al corazón del País Bassari, muy cerca de la frontera con Guinea Conakry, donde habitan varias de las etnias minoritarias más interesantes de África occidental, principalmente Peuls, Bassari y Bedik. Tres regiones geográficas diferentes que presentan características morfológicas muy particulares y que han desarrollado rasgos culturales y arquitectónicos diferenciados, que fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2012.
A los pies de la gran cordillera del Fouta Djallon, donde nacen los tres ríos principales de África occidental -el Gambia, el Senegal y el Níger- se esconde un gran tesoro para los amantes de la naturaleza: la Reserva Natural Comunitaria de Dindéfélo (RNCD), un enclave remoto situado en la parte más al sudeste del país y el hábitat de los últimos chimpancés de Senegal. El relieve accidentado, raro de ver en un país que es prácticamente llano, y su orografía favorecen la existencia de distintos tipos de bosques y sabanas, dando lugar a una gran riqueza paisajística y a una impresionante diversidad de fauna Sin duda, cabe remarcar, la presencia de una especie totalmente emblemática: el chimpancé de África occidental (Pan troglodytes verus), catalogado por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza como especie en peligro crítico de extinción.
Con el objetivo principal de proteger y conservar el hábitat de los últimos chimpancés de Senegal y de velar por una gestión sostenible de los recursos naturales, el Instituto Jane Goodall España firmó en el año 2010 un acuerdo de colaboración con la Comuna de Dindéfélo para acompañar y apoyar a sus habitantes en la preservación y el desarrollo sostenible de la zona. Por ello, tareas como la investigación, la educación y la puesta en marcha de un programa de ecoturismo son imprescindibles para perseguir este fin y forman parte del día a día del IJG y del Comité de Gestión de la RNCD. Hay que madrugar para avistar a los primates viviendo en su hábitat natural. Los experimentados ecoguías de la Reserva Natural nos acompañan en la búsqueda de los chimpancés salvajes. Una experiencia inolvidable. .
El chimpancé, aunque normalmente camina utilizando las cuatro extremidades, es capaz de levantarse y caminar erguido. Es una de las pocas especies animales que se sirve de herramientas: moldea palos y los usa para hacer salir a los insectos de sus guaridas. También en algunas zonas de África utilizan piedras para abrir frutos secos y emplean hojas a modo de esponja para recoger agua.
Rastrearlos ya es una gran aventura por la adrenalina que causa saber que se esconden no muy lejos. Aún si no se consigue verlos, los ecoguías hacen de la búsqueda de chimpancés una gran aventura: se adentran entre la vegetación de los increíbles bosques de la Reserva, explican curiosidades del lugar y de su fauna, enseñan a interpretar rastros de distintos animales y localizan nidos de chimpancés.
Llegar a observarlos en su hábitat natural es un momento mágico, además de privilegiado, pues en general tienden a huir de la especie que es un peligro potencial para ellos. Basta contemplarlos durante un rato, observar su interacción familiar y sus relaciones sociales, para entender porqué somos parientes tan próximos. Se dejan mimar por otros chimpancés, se abrazan, se pelean y se vuelven abrazar. Hoy estos grandes simios se hallan en peligro de extinción y siguen estando amenazados por cazadores que trafican con su carne o crías (por suerte, no en Senegal), por estar expuestos a distintas enfermedades, por la competencia con los humanos al compartir determinados recursos tróficos o puntos de acceso al agua y, sobre todo, por la destrucción de su hábitat, la principal amenaza para su supervivencia.
Por eso mismo, desde la creación de la Reserva Natural Comunitaria de Dindéfélo y el comienzo de las actividades del IJG en Senegal, se optó por formular un modelo turístico que contribuyese al desarrollo local sostenible a la par que revirtiese directamente en la conservación de este primate. Así pues, las visitas guiadas de búsqueda de chimpancés salvajes son una fuente de ingresos que se destinaran, en parte, a proyectos que benefician la comunidad y, en parte, a proyectos de reforestación y programas de educación y sensibilización medioambiental. Una manera de poner el turismo al servicio de la protección de la naturaleza.
Muy buen articulo. Gracias por compartirlo.